Durante la Cuaresma, la liturgia rebasa el ámbito de las celebraciones litúrgicas con el canto gregoriano.

El hombre glorifica a Dios y también continúa su obra más allá del templo, sobre todo, por medio de aquellos que participan y se preparan ardorosamente para la Pascua. Una cosa que es fundamental en todas estas prácticas de fe, ritos y celebraciones y que vale la pena mencionar es la importancia del canto sagrado, la voz suplicante del hombre a su Señor. 

La Cuaresma se caracteriza por poner al servicio y en función de la liturgia el canto que por excelencia tiene primacía en la Iglesia: el canto gregoriano. Gracias a este canto del Rito Romano, siempre podremos entonar una oración digna, que se cante y ore en el momento propicio, ya sea con la Misa XVIII, el Pange Lingua durante una Hora Santa, el Attende Domine o las litaniae Lauretanae y el Ave Regina caelorum en los ejercicios espirituales o liturgias penitenciales. Todo esto teniendo en cuenta que no se canta el Alleluia ni el Gloria durante la Cuaresma. 

Además, mencionamos anteriormente que la liturgia con el canto gregoriano “rebasa el ámbito de las celebraciones”, con esto nos referimos a que algunas prácticas no se llevan a cabo en el contexto litúrgico, sino más bien como manifestaciones de la piedad popular, pues en estas prácticas tradicionales de fe también se reza con el canto gregoriano: en el Santo Rosario, Via Crucis, peregrinaciones penitenciales, y novenas. 

Con la piedad popular también se utiliza el canto gregoriano como signo de lamentación con el deseo de ser escuchados por Dios. La elevación de la voz suplicante, de una forma sencilla y unificadora nutre el alma, y lleva a cada cual a su desierto. También los himnos que se cantan en latín durante las procesiones son de profundo fervor, pues en su creación tienen la palabra de Dios impregnada, cosa que nos conecta estrechamente al peregrinar de Jesús en el desierto y como Pueblo de Dios haciéndonos ver con esperanza la pascua venidera. Es todo un milagro que se origina y se desborda de la fuente y culmen, del misterio pascual, y del canto gregoriano que sirve a la Sagrada Liturgia.