Cada año, un sacerdote, un cantor litúrgico o, preferiblemente un diácono se prepara para cantar el Pregón Pascual (en latín: Praeconium Paschale), también conocido como el Exsultet. La palabra Exsultet, que significa Alégrate, es un himno medieval de alabanza. Este canto litúrgico se entona una sola vez al año en la liturgia del rito romano, durante la noche de la Vigilia Pascual. El origen de los textos del Exsultet, tal como lo conocemos en la liturgia, se remonta a la época medieval en el sur de Italia. En los Rollos de Exsultet, auténticas joyas del arte medieval, se encuentra el texto de este himno litúrgico poético. El Exsultet es uno de los himnos más majestuosos de la Iglesia. Indudablemente, los fieles esperan escucharlo con gran entusiasmo, después de la Cuaresma, cada año para alabar a Dios y rezar.

“In huius igitur noctis gratia, suscipe, sancte Pater laudis huius sacrificium vespertinum, quod tibi in haec cerei oblatione sollemni, per ministrorum manus de operibus apum, sacrosancta reddit ecclesia” (En esta noche de gracia, acepta, Padre santo, el sacrificio vespertino de alabanza, que la santa Iglesia te ofrece en la solemne ofrenda de este cirio, obra de las abejas).

Antes de la proclamación del Exsultet, el cirio pascual, la Luz de Cristo, se lleva en una solemne procesión nocturna a la iglesia oscura, en referencia al plan de salvación de Dios en el Antiguo Testamento: “Yahvé iba delante de ellos señalándoles el camino: de día iba en una columna de nube; de noche, en una columna de fuego, iluminando para que caminasen tanto de noche como de día. La columna de nube no se apartaba de ellos durante el día, ni la columna de fuego de noche”. En el Exsultet también resuena una doble indicación: a la inmolación del verdadero Cordero, cuya sangre consagra las puertas de los fieles, a la noche de la liberación de Egipto por la Resurrección de Cristo, y a la gloriosa pasión y victoria de Cristo cuando vence a la muerte.

Durante el Lucernarium, la luz de Cristo nos guía de las tinieblas a la luz, cuando todas las cosas se renuevan. De esa luz inicial del cirio pascual, cada miembro de la Iglesia enciende su vela, y esperan el momento en que se anuncie el canto de la Resurrección del Señor. Una vez el cirio pascual colocado en su soporte e incensado, el diácono proclama con fuerza: “Gaudeat et tellus tantis irradiata fulgoribus et, aeterni regis splendore illustrata, totius orbis se sentiat amisisse caliginem” (Goce también la tierra, inundada de tanta claridad, y que, radiante con el fulgor del Rey Eterno, se sienta libre de la tiniebla que cubría el orbe entero).

El P. Romano Guardini escribe en su libro El espíritu de la liturgia: “La emoción litúrgica es, sin embargo, sumamente instructiva. Tiene momentos de clímax supremo, en los que se rompen todos los límites, como, por ejemplo, en el regocijo sin límites del Exsultet del Sábado Santo… El corazón habla poderosamente, pero el pensamiento toma enseguida la iniciativa; el texto ha sido elaborado con gran esmero, sus diferentes partes tratadas con gran equilibrio; y, por regla general, mantienen deliberadamente la emoción en todo momento controlada”.Por ello, la proclamación del Exsultet, del anuncio de la Pascua, es un momento litúrgico solemne y glorioso, repleto de signos y símbolos, que debe presentarse en un entorno de fe, profunda alegria, reverencia, participación activa y silencio sagrado, pues como canta el himno litúrgico: “Haec nox est, in qua, destructis vinculis mortis, Christus ab inferis victor ascendit” (Ésta es la noche en que, rotas las cadenas de la muerte, Cristo asciende victorioso del abismo). Esta es la noche en que la alabanza de la Iglesia por la historia de la salvación, y la luz de Cristo redime a la humanidad desde el Génesis hasta el Apocálipsis. Así pues, glorifiquemos a Dios en esta noche santa por la victoria de Cristo, y por la victoria de los cristianos.