El ayuno va estrechamente unido a la oración, y aún más en forma de canto gregoriano

El ayuno no debe ser una costumbre o una tradición que se hace por obligación. El ayuno es un desnudar el alma, un gesto de amor hacia Dios, hacia Jesús, y esta sumisión de la voluntad va estrechamente unida a la oración, de otro modo, ¿cómo podría dar fruto espiritual? El ayuno o abstenerse de algún alimento en sí es cosa difícil y de gran sacrificio para la gran mayoría de las personas. Sin embargo, es la forma perfecta para elevar el alma al Padre Celestial sin el peso de la carne. Por eso, Dios se compadece de nosotros y nos fortalece cuando hacemos ayuno y oración. Él toma y llena del todo a la persona, pero ¿cómo podría hacer yo esto para que dé fruto espiritual? 

Algo que resulta espiritualmente eficaz, si se hace con intención, y que sirve para alimentar el espíritu es el elegir un canto cuaresmal como método de oración: el tracto Ad te levavi del III Domingo de Cuaresma (Salmo 122, versión Biblia Vulgata). Elegir un canto como este u otro en un día de ayuno como forma de oración y ofrecimiento del día para adentrarse en el espacio de Dios anima, sea a través de la escucha en el silencio sagrado o de la participación en el diálogo de la Trinidad durante la liturgia. Todo esto puede permitir que Dios acreciente nuestra fe a fin que inclusive ¡se muevan montañas! 

¿Han escuchado ustedes la parábola del grano de mostaza? Así mismo dice Jesús en el Evangelio según San Mateo 17:20-21: «Porque ustedes tienen poca fe. En verdad les digo: si tuvieran fe, del tamaño de un grano de mostaza, le dirían a este cerro: Quítate de ahí y ponte más allá, y el cerro obedecerá. Nada sería imposible para ustedes. Esta clase de demonios sólo se puede expulsar con la oración y el ayuno.» Así es como funciona el ayuno unido estrechamente a la oración, acrecienta la fe, hasta el punto de que tiene un efecto sobrenatural. Además, el ayuno es una ofrenda a Dios. Jesús mismo nos da el ejemplo que de no solo pan vive el hombre; esto con el mero propósito de purificarnos y unirnos al Padre Todopoderoso por el sacrificio de su preciosa sangre, la misma que nos restaura y salva sacando todas las impurezas de nuestro ser cuando ayunamos y oramos. 

Entonces, hagamos que el ayuno y la oración, más que una costumbre de Cuaresma, sea una unión mística a la Trinidad, más aún acompañados por el canto gregoriano como forma de oración. Sigamos el ejemplo como hacían nuestros antepasados y como todavía se practica en monasterios y comunidades religiosas, en la comunión de los Santos. Que esto sea algo que se hace en virtud del Espíritu Santo, del amor y autocontrol que se ofrece a Dios en preparación para la Pascua, y que el ayunar en constante canto de alabanza se extienda a otros días de la semana durante el año.