La canción de amor más larga jamás grabada
Cantada desde hace más de 1000 años sin interrupciones
El canto gregoriano es el canto de la Iglesia de Occidente.
Sus orígenes datan del s. VIII, y se extendió rápidamente por toda Europa. La orden benedictina lo adoptó como música para su liturgia, y se ha venido cultivando así desde entonces. Los neumas, del latín neuma, son signos que representan uno o más sonidos en notación.
La jornada monacal, que sigue los ritmos solares, se basa en el Salmo 113, A solis ortu usque ad occasum laudabile nomen Domini,
“Desde la salida del sol hasta su ocaso,
sea alabado el nombre del Señor”.
Todo el día se organiza alrededor de la Misa como eje central, al que se añaden las horas de oración del Oficio Divino, también llamado la Liturgia de las horas.
En su Regla, San Benito establece una división equilibrada de la jornada monacal, dividida entre el rezo del Oficio –la Liturgia de las horas, designada de acuerdo con el progreso del curso solar–, la Lectio Divina (lectura divina), el trabajo manual o intelectual y el descanso.
A diferencia del repertorio de la Misa, el Oficio Divino se compone básicamente de antífonas (un tipo de estribillos) que introducen y concluyen la recitación de los Salmos, así como de responsorios (más o menos ornamentados), lecturas, himnos y oraciones de apertura y cierre. La Regla de San Benito estipula que los monjes han de cantar todas las semanas el Salterio completo (el Libro de los Salmos), cosa que se lleva a cabo desde el s. VI.
Neumz ofrece la posibilidad de escuchar las horas canónicas desde los maitines (Ad Matutinum), seguida de las laudes (Ad Laudes), pasando por las llamadas “horas menores” (Prima, solo en el Vetus Ordo), (tercera, sexta y novena) hasta llegar a la noche con las vísperas (Ad Vesperas), para finalizar el día con las completas (Ad Completorium).
Las Horas canónicas u Oficios representan la división del día cristiano, con oraciones fijas recitadas o cantadas a unas horas particulares. A veces se habla de las Horas canónicas del oficio monástico, la Liturgia de las horas o el Oficio divino. El Libro de las horas contiene una selección de estas oraciones, y a menudo se decoraba profusamente. Las raíces de esta práctica se formalizaron en el s. VIII, y en el s. XI los seguidores de la Orden de San Benito volvieron a reformar las horas para reflejar la liturgia.
El canto gregoriano usado para cantar los oficios incluye generalmente antífonas basadas en los Salmos, con responsorios más complejos cantados en maitines que contrastan con los responsorios más simples de las horas menores y las completas.
Al final del Oficio se canta una de las cuatro Antífonas Marianas: Alma Redemptoris Mater, Ave Regina caelorum, Regina caeli laetare, o Salve, Regina. Estos cantos son relativamente tardíos, del s. XI, y son más ricos y complejos que la mayoría de las antífonas de los oficios.