El pasado mes de agosto, cursé de estudios de canto gregoriano en la Semana de Estudios Gregorianos organizada por la Abadía Benedictina de la Santa Cruz del Valle de los Caídos con monjes de la abadía y profesores y miembros de la AHisECGre (Asociación Hispana para el estudio del canto gregoriano). Neumz fue el patrocinador de esta semana de estudios que cumple 45 años. Durante el curso, se dio acceso a Neumz, se utilizó como herramienta pedagógica para el estudio de la salmodia en el nivel inicial. La aplicación fue muy útil para mí porque el canto gregoriano es bastante nuevo en mi vida. Tras experimentar un dilema personal como músico litúrgico y sentir que a la liturgia le falta hoy en día la universalidad, santidad y belleza sobre las que el Papa Pío X escribió en su Motu Propio Tra Le Sollecitudini, decidí inscribirme en el primer curso.
Soy músico litúrgico desde hace casi 30 años. Carecía de conocimientos sobre el canto gregoriano en general porque apenas tuve contacto con este tipo de música en mi parroquia y en la universidad. Matricularme en un curso como éste ha sido una de las decisiones más importantes y esclarecedoras de mi vida como ministro de música. Como principiante, los miembros del AHisECGre nos ofrecieron a mis compañeros y a mí una intensa y productiva carga lectiva que incluía Introducción a la notación e Interpretación neumática, liturgia, espiritualidad, salmodia, semiología, análisis musical del canto gregoriano, y los ensayos para la Misa diaria y las Vísperas. Afortunadamente, tuvimos la maravillosa oportunidad de estudiar este año con profesores increíbles como Santos Carmelo Santamaría, Manuel Alberto Díaz-Blanco, Vicente Urones, Fray Javier Martín, Fray Juan Pablo Rubio, Susi Ferfoglia y Fray José Ignacio González. De ellos aprendimos valiosas lecciones, más allá de la teoría musical, de cómo ofrecer a Dios el fruto de nuestro estudio y cómo poner en práctica nuestros conocimientos y espiritualidad para servir en la Sagrada Liturgia.
Fue sorprendente ver a católicos de todas las edades, entre los que había seminaristas, sacerdotes, hermanas y hermanos consagrados y laicos, de entre los cuales había muchos jóvenes. Además, algunos eran miembros experimentados de coros de parroquias y músicos profesionales que llevan asistiendo a este evento desde hace más de 30 años. El ver tanto amor y dedicación por la música que tiene la primacía en la Iglesia católica, resultó inspirador y nos incitó a la modestia a todos los que estábamos en el primer nivel. Su destreza en el canto nos llevó a algunos principiantes a preguntarnos si alguna vez llegaríamos a su nivel, pero nuestros profesores siempre insistieron en que lo realmente importante era orar, servir y glorificar al Padre Eterno con todo el corazón, cada uno desde sus posibilidades. Esto fue exactamente lo que ocurrió durante la semana en las celebraciones litúrgicas: los más entendidos guiaban a los que sabíamos menos. «Todos los presentes quedaron atónitos y comenzaron a alabar a Dios. Sobrecogidos de temor, decían:¡Hoy hemos visto cosas increíbles!» (Lc 5, 26).
En la Abadía Benedictina de la Santa Cruz, bajo la dirección y guía de Fray Javier Martín, existe un coro de niños llamado Escolanía del Valle de los Caídos. Tuvimos la oportunidad de conocer de primera mano cómo se dirige, se asignan partes solistas y se enseña el canto gregoriano a los niños, y vimos la respuesta y el respeto de los menores en el momento de la Liturgia. Los monjes benedictinos, nuestros profesores (que se turnaban en la dirección), los adolescentes mayores de la escolanía y todos los alumnos formábamos una schola de casi 100 personas. La verdad es que todos pudimos glorificar a Dios con nuestras voces. Incluso con mis escasos conocimientos, había cantos y oraciones en latín que me resultaban familiares. Fue una experiencia muy enriquecedora e impresionante al mismo tiempo.
Inmediatamente después, comprendí cuál era mi papel. Recordé que, como parte del Cuerpo de Cristo, todos estamos llamados de diversas maneras a ejercer nuestro ministerio participando activamente en la glorificación de Dios en la liturgia. No importaba cuánto supiera en ese preciso momento de la Misa, lo que importaba era que participaba, y contaba con el apoyo de otros que sabían más que yo. Al final, ofrecemos lo que hemos recogido a lo largo de nuestro camino de fe y según nuestra vocación. La Iglesia sabe que la música desempeña un papel enorme en la liturgia y que la participación activa de la asamblea no es exclusiva de los músicos. Por eso, en lugar de preguntarnos si llegaremos a ser tan expertos y grandes como nuestros hermanos y hermanas, creo que deberíamos preguntarnos: «¿Me concierne el canto gregoriano?». La respuesta es sí. También debemos saber y comprender que la música en la liturgia es asunto de todos. Nuestro conocimiento y relación con Dios y nuestra Iglesia aumentan con la autodisciplina en la oración, y el canto gregoriano es una oración litúrgica. A mi entender, ésta es la mejor razón por la que participamos en este curso, y deberíamos sentirnos motivados a participar en otras oportunidades como ésta. El resto sucederá, con la ayuda de Dios, en función de nuestras posibilidades y de cuántas oportunidades nos conceda la Iglesia para incorporar el canto gregoriano a la liturgia. Sí, podemos utilizar el canto gregoriano como forma de oración, para mejorar nuestra relación con Dios y para buscar la paz en privado, pero no causará el mayor efecto universal que si se pone en práctica en su lugar de origen: la Sagrada Liturgia.
El estudio y la interpretación del canto gregoriano no deben ser algo individual, porque no es tarea de un solo hombre. He sido testigo de ello y lo he confirmado durante esta semana en la que he estudiado el canto gregoriano. Hay una legítima preocupación y frustración entre todos nosotros, alguno llegó a afirmar: «La gente quiere escuchar y cantar más canto gregoriano en la Iglesia». Sólo por este deseo, que creo que viene del Espíritu Santo, volveré a estudiar el canto gregoriano y lo utilizaré como método de oración, aunque no se nos permita cantarlo siempre en nuestras parroquias.