La utilización del canto gregoriano como medio de oración no es algo nuevo ni novedoso, todo lo contrario, es una forma de oración y de alabanza que se ha entonado desde hace más de mil doscientos años durante todos los días y en todos los lugares del mundo. Todavía, los monasterios y comunidades religiosas lo utilizan como medio de oración, pidiendo por todos nosotros. Sin embargo, existen prejuicios, y es que este tipo de oración no es para el hombre laico, pues no va a comprender el latín, solo es para el consagrado a la vida religiosa. Esto es una idea errónea, es más, está muy lejos de la verdad, pues el canto gregoriano es para todos los miembros de la Iglesia y se practica en la actualidad (tristemente de manera mínima y por falta de conocimiento e interés personal). Sin embargo, el orante que obedece a lo que Dios ha concedido a su Iglesia, ora con su canto oficial, en gregoriano, y lo hace durante el Oficio Divino, en la Sagrada Liturgia, de manera privada o comunitaria. Este orante o cantor es consciente de que la oración cantada sirve a Dios para unificar, para su glorificación, y para permanecer en comunión con Él, con toda la Iglesia celeste y terrestre. Esto es así para todos, o debería ser así.
El mismo san Juan Crisóstomo nos aconseja escribiendo estas sabias palabras:
“Tú haces un pacto con Dios, tú firmas un pacto con él, sin tinta ni papel. Tú voz proclama que lo amas…no cantemos la respuesta con rutina, sino tomemosla como bastón de viaje. La respuesta que tú has cantado, no una sola vez, ni dos, ni tres, sino muchas veces, recuerda con interés entonces serán para ti de gran consuelo. Yo os exhorto a no salir de aquí con las manos vacías, sino a recoger las respuestas como perlas, para que las guardéis siempre, las meditéis y las cantéis a vuestros amigos”.
Y es que es de suma importancia que dentro de una misma fe y una universalidad haya algo en común para la unión de todos: que la palabra de Dios sea vivificada con el canto sagrado y que la misma nos alumbre hacia la perfección del alma. Entonces, ¿por qué no hacer de esta oración cantada nuestra fiel compañera, para caminar con mayor seguridad de la mano de Dios, unidos en oración durante las diferentes etapas de nuestras vidas, y con exactitud, durante los tiempos litúrgicos?
Además, esto dice Dom Jacques-Marie Guilmard, monje de la Abadía de San Pedro Solesmes sobre el canto sagrado: “El canto es una fuerza interior que viene de nosotros, que nos extasía, que saca la belleza en nosotros, que expresa el texto, pues lo hace brillar, dándole una dimensión superior. Al mismo tiempo para el que canta, lo profundiza y lo interioriza, hay una encarnación del canto en el que lo cantó. Hay a la vez una sublimación hacia el exterior y encarnación hacia el interior de sí mismo”. Podríamos incluso atrevernos a afirmar: Verbum cantus factus est! ¡Y el Verbo se ha hecho canto!
Por otra parte, podemos preguntarnos, ¿por qué esto lo hacen unos y no otros, pues no se trata de meramente unirnos para cantar, sino para orar unánimemente? Así como existe la oración mental, hablada o recitada, también existe la oración cantada en la existencia eterna de Dios, más aún con el Cántico Nuevo es contemplativa y litúrgica. Es todo un Sursum Corda que al glorificar a Dios y al meditar es transformado por Él mismo en un auxilio, en una alegría, y en la más grande esperanza. Entonces, tomemos conciencia, no salgamos con las manos vacías, preparémonos debidamente para la Pascua, oremos cantando, y brindemos las perlas de nuestras almas como ofrendas al Padre Celestial, porque todo le pertenece a Él, todo en el nombre de Jesús que nos purifica y redime durante esta Cuaresma y por siempre.